61 PERILLA EL TURISME A ESPANYA
Las playas serán un infierno: la gran ventaja española
se convertirá en su perdición
¿Qué pasaría si
aumentase en dos grados la temperatura de nuestro país? Para empezar, que muy
probablemente habría que decir adiós a las oleadas de turistas
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15/08/2019 16:12 - ACTUALIZADO:
15/08/2019 18:30
Hace calor, hace calor. Tanto que, una vez más, este verano se han
batido récords en todo el
planeta. Entre todas las consecuencias negativas del cambio climático, desde el
inminente peligro que representan las olas de calorpara la salud hasta el
aumento del nivel del mar a largo plazo, hay otra que puede parecer secundaria
pero que resulta decisiva. Especialmente, en un país como España, donde
el turismo aportó 178.000 millones a la
economía el pasado año.
A lo largo de este año, han resonado las palabras que
pronunciase el antiguo economista jefe del Banco Mundial Nicholas Stern, cuando recordó que “si las temperaturas
se elevan por encima de lo establecido en el Acuerdo de París, hay un riesgo
claro de que España se convierta en un desierto como el
Sáhara”. Una observación a largo plazo y algo alarmista, pero que
llama la atención sobre el impacto que el calentamiento puede tener sobre la
economía española.
Un aumento de dos grados como el que se pronostica
puede resultar devastador en un país basado en el turismo de sol y playa
Por una parte, en el número de visitantes; por otra,
en el tipo de ocio que se puede llevar a cabo, y que paradójicamente puede
empujar el turismo de calidad frente al de borrachera. Los estadounidenses se
están dando cuenta ahora de la importancia que tiene el calor a la hora de
diseñar un plan urbano de ocio. Este año, la cancelación de
eventos como el triatlón de Nueva York o el OZY Festival a causa del calor les
ha hecho darse de bruces con una realidad que nosotros conocemos bien. No, no
es buena idea montar un triatlón un 21 de julio.
Suena obvio, pero si se extrapola, tiene potenciales
consecuencias devastadoras para otros países como España, donde su buen clima
puede traspasar fácilmente la frontera de
lo inaguantable. Si las recomendaciones en plena ola de calor
consisten en no salir de casa en las horas centrales del día, restringir la
actividad física y buscar protección en lugares frescos, en un país donde el
turismo está basado en el sol, las terrazas y la playa, un
aumento de dos grados como el que cita el Acuerdo de París puede ser devastador.
Con este calor no se puede estar
Hay que remontarse a 2007, durante la primera
legislatura de Rodríguez Zapatero, para encontrar
un informe sobre el potencial impacto del cambio climático en el turismo
español, publicado por Lars Hein, de la
Universidad de Wageningen (Países Bajos). En él, pintaba un plausible escenario
en el que entre 2004 y 2080, el flujo de turistas se
reducirá en un 20%, dejando a un lado otros factores geopolíticos o
competitivos que pueden encontrarse tras el descenso experimentado en
el turismo español en el pasado año.
La típica playa danesa. (iStock)
“Este efecto se debería por completo a temperaturas
mucho más elevadas en el verano, que las convertiría en indeseables para muchos turistas”, explicaba. El
calor insoportable provocaría que las playas de Francia, Bélgica, Países Bajos
e incluso Reino Unido, Dinamarca o Suecia fuesen más aptas para el baño que las
españolas. ¿Tisvildeleje, la nueva Benidorm?
No hay mal que por bien no venga, y el descenso de
visitantes entre junio y agosto se vería compensado con un aumento
durante el otoño y la primavera. Con una dificultad añadida,
claro. El habitual calendario escolar y laboral, que favorece el periodo
estival para coger vacaciones, beneficiaría indirectamente a esos países con
climas cálidos (pero no tanto como España), y perjudicaría al nuestro. Aunque,
como recordaba Hein, “hay una mayor tendencia hacia la flexibilidad en las
vacaciones”.
El aumento de las temperaturas hará que la franja de
clima favorable se eleve desde el sur de Europa hasta el norte y el centro
Menos negativo era otro estudio publicado por Peter Domonkos, del
Centro de Cambio Climático de la Universidad Rovira i Virgili, Xavier Farré y Juan Antonio Duro,
del departamento de Economía del mismo centro, que recordaba que “los periodos
de calor casi no afectan de forma directa al atractivo de las playas
españolas”. Otra cosa eran las consecuencias indirectas, como el
déficit de agua dulce o la sobrecarga del sistema eléctrico o el transporte,
que podían “reducir la explotación de las buenas condiciones geográficas”.
“Se ha publicado que el foco de los turistas
veraniegos cambiará hacia el norte de Europa con el progreso del calentamiento
global a lo largo del siglo XXI, ya que a los turistas no les gustan
los climas demasiado cálidos”, recordaban los autores en referencia
a otro trabajo publicado en
'Climatic Change' que utilizaba el Índice de Cambio Climático para comparar el
periodo 1961-1990 con un hipotético futuro entre 2071 y 2100.
Con dos grados más, se acabó la nieve. (iStock)
“Con el cambio climático, se prevé que la franja
latitudinal de clima favorable se eleve hacia el norte, mejorando los recursos
del clima en Europa central y del norte sea cual sea la estación”, recordaban
los autores. Un movimiento en perjuicio de la región más favorecida actualmente
por el clima, el sur de Europa. Una vez más, lo que países como España, Italia
o Grecia perderían como destinos turísticos veraniegos lo ganarían entre octubre y abril.
Otros países europeos también han comenzado a
plantearse los efectos del cambio climático, aunque en sentido opuesto. Una
investigación publicada en 'Climate Services' recordaba que un
hipotético aumento de la temperatura en dos grados sería letal para el turismo de esquí y montaña durante
el invierno. Según los cálculos de los autores, afectaría a 10,1 millones de
reservas hosteleras en Europa, con 7,3 millones más en riesgo. Una tendencia
particularmente dañina para Austria e Italia, algo menos para Francia y Suiza.
Un nuevo turismo: dentro se está
fresquito
Un hipotético aumento global de las temperaturas tiene
consecuencias tanto en el momento del año en que se viaja como en el tipo de turismo que sepromueve. Trasladar el
periodo vacacional a la primavera y el otoño reduce las posibilidades de
realizar actividades en el exterior, como pueden ser festivales musicales, que se verán
desplazados a otras épocas del año. También influye en los horarios: las actividades
al aire libre se realizarán por la noche o, incluso, a primera hora de la
mañana.
Nos adaptaremos a las temperaturas más cálidas
trasladando los festivales y las actividades al aire libre a otras épocas del
año
Lo recordaba en 'City Lab' el
economista del clima Casey Wichman, que
en 2017 publicó junto con Nathan Chan una investigación en la que se
fijaba en los efectos del clima en la demanda de ocio. Aunque sus resultados
eran en principio positivos para las bicis, que arrojarían 20.700 millones de
beneficios anuales, el trabajo dejaba patente que una alteración en las
temperaturas lleva aparejada una alteración en las
costumbres.
“Nos adaptaremos a las temperaturas más cálidas
trasladando los festivales y las actividades al aire libre a otras épocas del
año”, explicaba en una entrevista en dicho medio. Marzo y octubre, las épocas “refugio”, serán los
grandes beneficiados, por ofrecer temperaturas más altas que en el invierno
pero mucho más bajas que en el verano y menos precipitaciones, que
probablemente serán el gran enemigo al que tengamos que enfrentarnos cuando
queramos disfrutar al aire libre. Aun así, Wichman y Cham matizaban que la
gente sigue prefiriendo practicar cualquier clase de actividad cuando hace
mucho calor que cuando hace mucho frío.
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