dimarts, 22 de maig del 2018

REVISTA MENSUAL SKORPIO REPUBLICÀ Nº 46 LA 1ª INDEPENDENT DEL MARESME, GUARDONADA EN POESIA. MAIG 2018 PÀG. 5 " LA MANADA " ESCANDALÓS, ELS VIKINGOS EREN MÉS CIVILITZATS I ELS SEUS JUTJES MÉS SENSATS!


46 RIVERA I LA MANADA

Rivera es el hijo del odio y el resentimiento. Ningún dirigente político ha optado a presidir España blandiendo una única carta de presentación: un rabioso anticatalanismo. Tampoco Aznar, ni de casualidad. Ni siquiera Primo de Rivera o Francisco Franco que, si bien tenían como señas de identidad el anticatalanismo, lo compaginaban con otras fobias. Albert Rivera, no. Juega siempre a fondo la misma carta en su carrera presidencial, la visceralidad contra todo lo que suene a catalán. No tiene nada más y lo peor es que no parece que necesite nada más.
Sus tuits son impresentables. Miente a conciencia, sin rubor. Tanto le da el padecimiento y el daño que provoca. ¿Podría mirar a la cara a los hijos de los consellers, de los maestros, de los agredidos por llevar un lazo amarillo? Solo tiene una obsesión, alimentar la confrontación y sacar réditos políticos. Hará lo que sea para erigirse como el más implacable de los dirigentes políticos ante el "golpe de Estado". Si le conviene, para ganar las elecciones pedirá explícitamente la cadena perpetua para Junqueras (de quien ya dijo que si de él dependiera se pudriría en la prisión) y para el resto de los consellers encarcelados o exiliados. Y lo que convenga, impulsado por los instintos más bajos, llevado en bandeja por la prensa afecta, su guardia mora.
Rivera parece un matón de barrio.
Rivera es el personaje que abandona el Parlament indignado ante el intento de reprobar el franquismo. En el Congreso ha dinamitado todos los puentes, las mínimas normas de convivencia. Su pupila Arrimadas parece no saberlo cuando reclama cordialidad.
Una de las últimas bravatas de Rivera ha sido contra los maestros de Sant Andreu de la Barca, asediados por la caverna y perseguidos por una justicia que se inhibe en las agresiones por llevar un lazo amarillo, pero que exhibe un celo extremo ante cualquier requerimiento de la Guardia Civil o de la extrema derecha. El día siguiente a su último tuit, en que ponía a los maestros en el punto de mira, aparecieron unas pintadas amenazadoras en las paredes de la escuela, con nombres y apellidos de los maestros contra los cuales han emprendido la caza de brujas. Rivera, que promueve el linchamiento, ya los juzgó hace tiempo y ahora los ha sentenciado. Más votos de la España profunda en la bolsa, Rivera respira satisfecho. Los comandos han hecho su trabajo. ¿Qué será capaz de hacer contra los maestros, por ejemplo, si llega a ser el presidente de España? ¿Qué perpetraría contra todos los desafectos?
Los falangistas siempre habían considerado la educación un problema. Y los franquistas se acarnizaron con ella; los castigos contra la comunidad educativa se cuentan, cuantitativa y cualitativamente, entre los de los funcionarios más represaliados en la Guerra Civil y por la dictadura franquista, con diferencia. Persiguieron y asesinaron a decenas de miles. El motivo era muy simple: los maestros eran un colectivo mayoritariamente progresista, como ahora, y el franquismo —como el falangismo antes— los consideraba responsables de haber inoculado a la sociedad y la juventud la epidemia republicana. Toda vez que pretendían un castigo ejemplar que atemorizara ante cualquier nueva tentativa.
Albert Rivera tira del manual que lo inspira, de los odios ancestrales del totalitarismo español. De aquellas costumbres que durante años fueron tan tradicionales. En la Terra Alta, hace unos días, me explicaban cómo agentes uniformados hacían parada y fonda en el bar del pueblo y cuando llegaba la hora de pagar preguntaban "¿Qué se debe, si se debe algo?", esperando la respuesta condescendiente "Está todo pagado, señores". A lo cual respondían "Pues corre y dame unas monedas para tabaco que no llevo suelto". La España de Rivera no es nueva, es la de los nostálgicos de siempre, ahora con pátina moderna, pero un calco de los "buenos usos y costumbres" que han inspirado a todos los dictadores en esta desdichada España negra.










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