ALBIREO
Cuando yo era pequeño había miel en todas las casas. La miel era
un alimento, no un elemento nutritivo con complejos nutrientes. Era época de
hambre. Y la miel era muy asequible por su bajo precio. Y yo, como todos los
inocentes niños, que nos creíamos muy listos, metía el dedo en el tarro de la
miel.
Meter el dedo en el tarro de la miel, estaba prohibido. Por eso lo
hacíamos a hurtadillas. Claro que, ahora que ya no soy niño, recuerdo que había
dos tarros, el grande, no a mi alcance, y el pequeño, a mi alcance en un
armariete del comedor.
Y, ahora, que soy menos tonto, extraigo dos conclusiones de aquel
tarro de marras. Primera, que a veces, lo prohibido es lo bueno. Como aquello
de: “la buena vida es la mala vida”. Prohibiendo se crean carencias. Las
carencias crean necesidades. Las necesidades crean acaparamiento, cuando las
podemos paliar.
La conclusión es que buscamos lo prohibido irracionalmente. Y, lo
mismo que nos hacían con el pequeño tarro de la miel, nos lo hacen con tantas
cosas, para que metamos el dedo. Cualquier nuevo invento resulta carísimo al
principio. Después se populariza, abaratándose. Automóviles, TVs, teléfonos,
ordenadores, cámaras, etc., han seguido este proceso.
No es que, al principio, la fabricación resulte más cara. Eso
puede ser un argumento contable, pero nada más. Hay que poner las cosas
difíciles para que la masa se motive obtenerlas. Después, vemos que el
rendimiento está en los consumibles. El utensilio, tan deseado antes, ahora es,
simplemente, un acaparador de
consumibles.
La segunda conclusión se basa en cómo nos habíamos de chupar el
dedo, para no quedarnos “pringaos”. La miel se engancha al dedo viscosamente.
Y, como no te chupes bien el dedo, allí se queda. Y, esa viscosidad física, es
toda una lección psicológica. Mucha gente padece de viscosidad mental. Por
ejemplo, las obsesiones y compulsiones son mera viscosidad en un tema
determinado.
Y así, los enfados duran, y duran. Las envidias, los celos, las
venganzas, duran y duran viscosamente. No sabemos bajar el telón y empezar una
nueva representación. La gente se cree, así es de tonta, que perdonar es un
signo altruista. No. Perdonar, es un signo de inteligencia egoísta, muy
rentable para nuestra salud.
Ahora, querido tonto, mira fijamente el tarro de las necesidades
que te han creado. Y tú sin saberlo. Analiza los consumibles de tu vida. Desde
tu armario de la ropa, hasta tu frigorífico y los electrodomésticos. Y deshazte
del excedente que te “pringa”.
Y analiza tu viscosidad mental. Analiza qué temas te impiden ser
libre. Libre. Que seas libre es lo que más molesta a los demás. No pierdas tu
libertad ante nada, ni nadie. Que ninguna ideología, amor, hobby, costumbre,
etc., te manipule. Sé tú mismo. Yo he procurado cultivar siempre mi libertad. Y
motivándome para comerme esa zanahoria, aunque sin conseguirla, me han tildado
de rebelde. Lo cierto es que no te puedo dar lecciones de cómo ser libre. Pero
sí, de que es muy necesario perseguir esa utópica zanahoria.
Y te aseguro que, persiguiéndola, se pasa mucho mejor. Y es todo
un privilegio, que te acusen, con rabia, de rebelde. O tú decides, o decidirán
por ti. Despabila. O te morirás tontamente manipulado.
Dr. Serrabona
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