dilluns, 13 de gener del 2014
REVISTA SKORPIO Nº 17 GENER-MARÇ 2014 EDITH PIAF LA FUERZA DEL AMOR P. 10
LA PRIMERA REVISTA DEL MARESME
Núm. 17 - Gener/Man; 2014 11 EDITH PIAF LAFUERZA DEL AMOR
II
Edith Piaf nació con el
nombre de Edith Giovanna Gassion, hija de una cantante ambulante
y de un acróbata de circo que la abandonó antes de que ella
naciera. Su madre apunto de dar a luz no alcanzó a llegar a la maternidad
y Edith nació en plena calle debajo de una farol a frente
la n° 72 de la rue de Belleville en París el 19-12-1915. La mujer
era demasiado pobre para criarla y se la entrega al cuidado de su
abuela materna quién en vez de tetero la alimenta con vino, con
la excusa de que así se eliminaban los microbios. Después la entrega
a su padre, quien está a punto de ir al frente en la Primera
Guerra Mundial, lo que lo lleva a dejar a la niña con su abuela
paterna (dueña de una casa de prostitución en Bernay, Normandía)
donde Edith es criada por las prostitutas
de la casa. Cuando apenas tenía
cuatro años una meningitis la dejó ciega,
pero poco después recobró la vista gracias,
según explicó su abuela, al devoto
peregrinaje a la iglesia de Santa Teresita
del Niño Jesús, en Lisieux, que la mujer
hizo con su nieta. Si los primeros años
de la vida de Edith fueron difíciles, los
de su adolescencia fueron peores. Cuando
apenas tenía 10 años su padre enfermó
gravemente y la pequeña empezó a
cantar por la calle, recogiendo las monedas
que los transeúntes le arrojaban. En
aquellas primeras actuaciones, Edith solo
cantaba la Marsellesa, el himno nacional
francés, porque esa era la única canción
que conocía. Al finalizar la Primera Guerra
Mundial, su padre vuelve del frente y
la lleva consigo a vivir la vida de los artistas
de los pequeños circos itinerantes,
luego la del artista ambulante, independiente
y miserable. Edith revela su talento y su excepcional voz en
las canciones populares que canta en las calles junto a su padre,
tal y cama su madre lo hacía. En 1933, a los 17 años, tiene una
hija con su amante Louis Dupont, llamada Marcelle, que muere
de meningitis a los dos años de edad, en 1935. Su autobiografía
se titula Au bal du chanceo Bueno pero hablamos de La fuerza
del amor, así que adentrémonos en su vida sentimental. Edith a
pesar de no ser precisamente una mujer guapa, y de medir apenas
1,53 m. de estatura, era una de esas, femmes fatale que emanan un
encanto especial y que hacía que los hombres cayeran rendidos a
sus pies. Por su vida pasaron desde sus inicios, pequeños rufianes,
artistas callejeros y después hasta hombres famosos como Marlon
Brando, Yves Montand, Charles Aznavour, o Georges Moustaki.
Jugaba a deslumbrar, los conquistaba y los abandonaba. También
sucumbieron a sus encantos el famoso campeón de boxeo Marcel
Cerdan y actores como John Garfield. Incluso la famosísima
Marlene Dietrich, que le regaló un diamante de un cuarto de kilo
por una apasionada noche de amor. Edith seguía viviendo "La vie
en rase" a pesar de un terrible accidente automoviístico en el que
sufrió varias fracturas. Los médicos le prescribieron morfina, a la
que rápidamente se hizo adicta.
I
,.
"Durante cuatro años viví casi como un animal o una loca: nada
existía para mi más allá del momento en que me era aplicada mi
inyección y sentía por fin el efecto de la droga". Piaf se inyectaba,
a través de su ropa y medias, momentos antes de subir al escenario.
La única vez que actuó sin morfina fue un desastre, y salió
abucheada por su público. También empezó a beber sin control
y sus amigos intentaron que dejara ese hábito, llegando incluso
a esconderle las botellas de alcohol, pero tampoco funcionó. De
todas formas su público le adoraba, pues era el icono de Francia
de la postguerra, una diva consagrada. Sin embargo esta vida desenfrenada
que no la llenaba ni la hacía feliz, era la única que tenía
y la disfrutaba, la que asumía como parte de su esencia, por eso es
que cada vez que cantaba a viva voz la canción que la identificaba
perfectamente "Non, je ne regrette rien" (No, no me arrepiento de
nada), se le llenaban los ojos de lágrimas. Llegó a sus 46 años bien
recorridos, y sin saber como, encontró de pronto al gran amor de
su vida. Se involucró en una relación que
sorprendió al mundo. Se enamoró locamente
de Théo Sarapo, un joven griego
20 años menor que ella. Edith aseguraba
que este era el definitivo y más grande
amor de su vida. Se casó con él y todo
el mundo pensó que se trataba de un "gigoló"
que quería aprovecharse de su fortuna.
Para la gente fue difícil creer en el
amor de una mujer mayor y famosa con
un joven adonis griego, pero Edith gritó
a los cuatro vientos que Théo era el
único hombre que había amado. Un año
después de casarse con el joven griego,
en 1963 Edith Piaf murió en su casa del
Boulevard Lannes a la edad de 47 años,
víctima de una cirrosis avanzada y con
sus facciones deterioradas debido a la
morfina. El gran amor de su vida sólo le
duró un año. Théo Sarapo fue el único
heredero de Edith Piaf. Los derechos discográficos,
de autor y cinematográficos
fueron a parar a su cuenta bancaria. Eso confirmaba las sospechas
de la gente. La imagen de gigoló inescrupuloso y aprovechador, se
extendió por todo el mundo, mientras el silencio del griego confirmaba
todas esas sospechas. Sin embargo, siete años después Théo
Sarapo volvió a ser noticia de primera plana en los periódicos, se
había suicidado. Sobrevivió hasta agotar la "fabulosa" herencia
recibida de su mujer, es decir, una lista interminable de deudas. La
enfermedad y adicción de Edith Piaf la había dejado en bancarrota
y con las deudas hasta el cuello. Théo Sarapo, en silencio, las fue
pagando como pudo, una tras otra, y así hasta dejar totalmente
limpio el sagrado nombre de su amada. Cuando llegó a pagar el
último centavo se quitó la vida. ¿Para qué la quería si no podía
compartirla con el único amor de su vida?
En su mesilla de noche hallaron una tarjeta que decía: "Pour toi
Edith, mon amour". Théo Sarapo le enseñó al mundo y a sus detractores
otra hermosa lección de amor. Durante los siete años que
demoró pagar las deudas de su amada Edith, jamás se le vió con
otra mujer. Fue enterrado junto a ella. Al fín estarían juntos otra
vez para cantar a duo desde el más allá.
Tengo la sensación de que muchas veces juzgamos sin conocimiento
de causa.
Por y para el amor debemos ser capaces de alcanzar el infinito.
Iosep Garriga
Subscriure's a:
Comentaris del missatge (Atom)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada